sábado, 18 de abril de 2009

Darth Vader …el señor oscuro.

Quería compartir con ustedes algunos fragmentos del libro Star Wars. Dark Lord, The Rise of Darth Vader escrito por James Luceno y publicado en el año 2006, bastante conocido por los fans de Star Wars por entregarnos ya varias historias en el universo expandido.


Este libro realmente me encanto, está situado temporalmente luego de los eventos vistos en el ep3 exactamente una semana después y discurre a través de las historia de un escuadrón de clones y sus generales jedi a donde aun no ha llegado la llamada “orden 66” y en donde Vader es el nuevo aprendiz de el emperador Palpatine (Darth Sidius para los amigos) ……. Estamos ahora en una nueva era en donde La República ya no existe ahora está organizada en un imperio dominado por palpatine y un sequito de burócratas fieles a el por conveniencia, el gran héroe jedi de la antigua república Anakin Skywallker, se paso al lado oscuro y es llamado Darth Vader, la orden jedi es solo un recuerdo y Padme Amidala a muerto dejando a sus gemelos Luke y Leia al cuidado de Obi Wan Kenobi en su exilio en Tatooine y de Bail Organa en Alderan respectivamente.

Aquí les dejo con el texto introductorio del libro……creo que vale la pena darse un tiempo para leerlo es excelente.

Toda la galaxia cree que el Caballero Jedi Anakin Skywalker —el Elegido— murió en Coruscant durante el ataque al Templo Jedi. Y, hasta cierto punto, es cierto. Anakin ha muerto.

Un temible espectro de negro se ha alzado del lugar donde cayó Anakin Skywalker, en la fundida superficie del planeta Mustafar donde intentó matar a Obi-Wan Kenobi, su amigo y antiguo Maestro. Quien una vez fue el Caballero Jedi más poderoso que había conocido nunca la Orden Jedi es ahora un discípulo del Lado Oscuro, un señor de los temidos Sith y la vengativa mano derecha del implacable nuevo Emperador de la galaxia. Anakin murió seducido, enloquecido y destruido por las maquinaciones del Señor Oscuro Sidious... y quien vive ahora es Darth Vader.

Todavía no se han difundido los acontecimientos que dieron lugar a su creación, nada se sabe del fallido motín del Consejo Jedi contra el Canciller Supremo Palpatine, de la orden de represalia de destruir a la Orden Jedi emitida por el autoproclamado Emperador, ni de la matanza acometida por Anakin en sus compañeros y sus Maestros del Templo Jedi. Y en el mundo de Murkhana, en el Borde Exterior, los Maestros Jedi Roan Shryne y Bol Chatak, junto a la padawan Olee Starstone, lideran el ataque contra una fortaleza separatista sin saber que la marea enrojecida con sangre Jedi se ha vuelto bruscamente en su contra.

Cuando los tres consiguen eludir la orden de ejecución, convirtiéndose en presas de una cacería espacial, el mayor peligro al que deberán enfrentarse no provendrá de los soldados clon, ni de las nuevas fuerzas de asalto, ni de la ira de un Emperador sediento de poder... La mayor amenaza estará en el sable carmesí horrendamente rápido y letal de Darth Vader, tras cuya máscara se esconde un corazón roto, un alma emponzoñada y una mente astuta y retorcida sedienta de venganza.

El objetivo de los dispersos Jedi supervivientes es sobrevivir para proteger el Lado Luminoso de la Fuerza y que así algún día vuelva a reinar en la galaxia. Pero más importante aún es el bienestar de los dos niños, Leia y Luke Skywalker, hijos de Anakin y su difunta esposa, Padmé Amidala. Separados al morir Padmé, deben permanecer a salvo cueste lo que cueste, para que la esperanza en el futuro que representan no acabe convirtiéndose en el horror de un nuevo régimen Sith con el indecible poder del Lado Oscuro.


La Parte que mas me impresiono es justo en donde el autor se mete en la psicología de Darth Vader, literalmente nos mete en su cabeza describiendo sus sentimientos respecto a su nuevo cuerpo mecánico y a todo lo que le paso….. esta escena sucede a bordo del destructor estelar Exactor justo después de una conversación con el emperador …

Vader no se levantó hasta que la holoimagen del Emperador se desvaneció por completo. Entonces permaneció allí parado un largo momento, con los brazos enfundados colgando a los costados, la pesarosa cabeza inclinada. Finalmente se volvió y se dirigió a la escotilla que daba a la sala de control del Exactor.
Toda la galaxia creía que el Caballero Jedi Anakin Skywalker —símbolo del esfuerzo bélico, el Héroe Sin Miedo, el Elegido— había muerto en Coruscant durante el ataque al Templo Jedi.
Y en cierto modo era así.
Anakin está muerto, se dijo Vader.
Pero, de no ser por lo sucedido en Mustafar, Anakin estaría ahora sentado en el trono de Coruscant, con su mujer a un lado y su hijo en brazos... En vez de eso, el plan de Palpatine se había ejecutado de forma más precisa. Lo había ganado todo: la guerra, la República, la fidelidad del Caballero Jedi, en quien la Orden había depositado todas sus esperanzas. La venganza del autoexiliado Sith había sido completa, y Darth Vader era un simple peón, un recadero, un supuesto aprendiz, el rostro público del Lado Oscuro de la Fuerza.
Aún conservaba sus conocimientos de las artes Jedi, pero estaba inseguro sobre cuál era su lugar en la Fuerza; y pese a dar ya los primeros pasos para despertar el poder del Lado Oscuro, desconocía su capacidad para usar ese poder. ¡Lo lejos que habría llegado de no mediar el destino para desposeerlo de casi todo lo que tenía, y rehacerlo por completo!
O para humillarlo, tal y como Darth Maul y Tyranus fueron humillados antes que él; como de hecho se humilló a la propia Orden Jedi.
Allí donde Darth Sidious lo había ganado todo, Vader lo había perdido todo, incluyendo, al menos por un momento, la confianza y la habilidad desatada que había demostrado como Anakin Skywalker.

Vader se volvió y se dirigió a la escotilla.
Pero esto no es caminar, pensó.
Acostumbrado a construir y reconstruir androides, a manipular motores de deslizadores y cazas, a mejorar los mecanismos que controlaban la primera de sus extremidades artificiales, le asombraba la incompetencia de los androides médicos responsables de su resurrección en el laboratorio de Sidious.
La parte inferior de sus piernas metálicas estaba abultada por tiras de armadura similares a las que llenaban y daban forma al largo guante que Anakin llevó sobre la prótesis de su brazo derecho. Lo que quedaba de sus extremidades reales acababa en muñones de carne insertados en máquinas que disparaban movimientos empleando módulos interconectados con sus dañadas terminaciones nerviosas. Pero los androides médicos habían empleado una aleación inferior, en vez de duracero, sin supervisar adecuadamente el aislante de las corrientes electromotoras. En consecuencia, el cableado interno del traje presurizado se atascaba continuamente en lugares donde las tiras se sujetaban a rodillas y tobillos.
Las botas altas no eran las adecuadas para sus pies artificiales, cuyos dedos engarfiados carecían de la sensibilidad electrostática de sus dedos igualmente falsos. El molesto calzado, con alzas en el talón, le inclinaba ligeramente hacia delante y lo obligaba a moverse con precaución exagerada si no quería tropezar o caerse. Y lo peor era que pesaban tanto que a menudo se sentía anclado al suelo, o moviéndose en alta gravedad. ¿De qué le servía poder moverse, si debía recurrir a la Fuerza hasta para caminar de un lado a otro? Para el caso, podía haberse resignado a usar una silla repulsora y a abandonar cualquier esperanza de movimiento.
Los defectos de sus brazos protésicos reflejaban los de sus piernas.
Sólo sentía natural el brazo derecho, aunque también fuera artificial y los mecanismos neumáticos que le proporcionaban articulación y apoyo respondieran a veces con lentitud. La pesada capa y la placa pectoral limitaban tanto sus movimientos que difícilmente podía alzar los brazos sobre la cabeza, y ya se había visto forzado a adaptar su técnica con el sable láser para compensarlo.
Probablemente podría ajustar los servomotores y los pistones de los antebrazos de modo que dotaran a sus manos de fuerza sobrada para aplastar el pomo de su nuevo sable láser. Sólo con la fuerza de sus brazos podía alzar a un ser adulto del suelo. Pero la Fuerza siempre le había proporcionado la capacidad de hacer eso, sobre todo en momentos de ira, tal y como había demostrado en Tatooine y otros lugares. Y, lo que era más, las mangas del traje no envolvían las prótesis como deberían, y los guantes hasta el codo colgaban flojos y formaban numerosas arrugas en sus muñecas.
Mirándose los guantes pensó: Esto no es ver.
La máscara presurizada tenía ojos saltones, boca de pez, ninguna nariz y resultaba innecesariamente angulosa en las mejillas. Todo ello, combinado con un casco liso, le proporcionaba el aspecto prohibido de un antiguo androide bélico Sith. Los oscuros hemisferios que le cubrían los ojos filtraban la luz que podía dañar aún más sus lesionadas córneas y retinas, pero en el mejor de los casos las semiesferas enrojecían la luz y le impedían verse los dedos de las botas sin inclinar la cabeza casi noventa grados.
Escuchando los servomotores que movían sus extremidades, pensó: Esto no es oír.
Los androides médicos reconstruyeron el cartílago de sus pabellones auditivos, pero los tímpanos, derretidos en el calor de Mustafar, eran irreparables. Ahora la sondas de sonido eran transmitidas directamente a implantes en su oído interno, y todo el sonido parecía proceder de debajo del agua. Y, lo que era peor, los sensores implantados eran poco discriminadores, por lo que captaban demasiados sonidos de ambiente, de manera que resultaba difícil determinar su distancia y dirección. A veces, los sensores le asaeteaban con retroalimentación, o ecos y efectos de vibrato del ruido más mínimo.
Permitiendo que sus pulmones se llenaran de aire, pensó: Esto no es respirar.
Aquí sí que habían fallado de verdad los androides médicos.
Un grueso cable nacía en la caja de control que llevaba sujeta al torso, conectado a un aparato respirador y a un regulador de pulso. Tenía el ventilador implantado en el pecho horriblemente deformado, junto con tubos que desembocaban en sus dañados pulmones o se introducían en su garganta de modo que pudiera respirar por un tiempo limitado en caso de una avería en la placa pectoral o el cinturón de control.
Pero el panel de control pitaba con frecuencia y sin motivo, y la constelación de luces sólo servía de constante recordatorio de su vulnerabilidad.
La incesante ronquera de su respiración interfería con su capacidad de descanso, por no hablar del sueño. Y cuando dormía, en las raras ocasiones en que lo conseguía, lo hacía sumido en una pesadillesca mezcolanza de recuerdos recurrentes y retorcidos acompañados de dolorosos sonidos.
Al menos los androides médicos habían insertado los tubos respiratorios redundantes lo bastante a fondo como para que sus abrasadas cuerdas vocales pudieran formar sonidos y palabras con la ayuda de un vocalizador, con un tono grave sintético, ya que su propia voz apenas era un susurro.
También podía comer por la boca, pero sólo dentro de una cámara hiperbárica, dado que para ello debía quitarse el respirador triangular, rasgo más prominente de la máscara. Por tanto, le resultaba más fácil nutrirse mediante líquidos, intravenosos o de otro tipo, y recurrir a catéteres, bolsas colectoras y recicladores para los desechos líquidos y sólidos.
Y todos estos aparatos le dificultaban aún más el poder moverse con facilidad, por no decir que con gracia. La armadura pectoral que protegía el pulmón artificial le pesaba en exceso, al igual que el collarín atestado de electrodos que sostenía su enorme casco y que servía para proteger los sistemas cibernéticos que reemplazaban a las vértebras superiores, los delicados sistemas de la máscara, y las cicatrices de su cabeza sin pelo, debidas tanto a lo sufrido en Mustafar como a los intentos de trepanación de urgencia padecidos durante su viaje de vuelta a Coruscant en la lanzadera de Sidious.
La sintopiel que sustituía a la arrancada de sus huesos le picaba cada vez más, y su cuerpo necesitaba que lo limpiaran y arrancaran con regularidad la carne necrosada.
Y experimentaba algunos momentos de claustrofobia, momentos de desesperación en los que deseaba librarse del traje, salir de esa concha. Necesitaba construir, o hacer que le construyeran, una cámara en la que pudiera volver a sentirse humano...
Si es que eso era posible.
Con todo, pensó: Esto no es vivir.
Esto era confinamiento en solitario. Una prisión de la peor especie. Una tortura continua. Sólo era una ruina. Poder sin
finalidad clara...
Un suspiro melancólico se escapó por la rejilla de la boca.
Rehaciéndose, cruzó la escotilla.



Este es un excelente libro que deberían leer, me parece que al terminar de leerlo uno comprende mas lo que se quiso contar en el ep3, lo complementa;... en realidad Darth Vader no es una maquina es un hombre-máquina con muchos conflictos y en realidad la historia de Anakin/Vader es una tragedia….. Altamente recomendable para cualquier fan….